“Disfruten de los animales como cuando eran chicos”, con esta frase, Carolina Cerniak da la bienvenida a los visitantes de la Reserva Experimental Horco Molle. Sus palabras no son un simple eslogan; sus palabras son verdad.
Para las vacaciones, quienes se hayan quedado en Tucumán, tienen una buena opción en esta reserva natural. Fundamentalmente si tienen chicos y ya no saben qué hacer con ellos en casa. Está en Yerba Buena, en la zona de las Lomas de Imbaud, al pie del cerro San Javier. Son 200 hectáreas pensadas para poner a buen resguardo a diversas especies animales y vegetales en peligro de extinción. La ciencia y la educación ambiental son sus banderas por excelencia.
Recorrer la reserva es como hacer un viaje en el tiempo. Para los adultos, es una forma de regresar a la niñez. Es así, porque personas de todos las edades abren sus oídos -y sus mentes- para escuchar. Es el sitio en el que la imaginación se despierta y la sensibilidad se manifiesta. La curiosidad invade, como sucede con los más chicos, al preguntar y repreguntar acerca de las especies que habitan la región.
En este paraíso, el monte habla. Sí, habla. Habla a través de los guardafaunas que cuentan sobre las especies que protegen para hacer su devolución a la naturaleza. Hablan los zorzales, el ruiseñor y el quetupí cuando sus buenos sones repercuten en el eco de los cerros. El silencio habla y todos hablan. Solo basta con callar para darse cuenta que el aire lleva las voces de las criaturas que habitan las yungas y el silbido del viento que se desliza por las ramas de los árboles.
Educación ambiental
En el reservorio hay 18 hectáreas abiertas al público en las que se pueden ver animales en semilibertad, muchos de los cuales están en cautiverio debido a que no podrán ser devueltos a la naturaleza a causa del daño que les hizo el hombre. “Muchos de ellos fueron cautivos o lesionados por cazadores y traficantes, ahora son utilizados para realizar talleres de educación ambiental, una actividad muy importante que comenzó en el año 2007 y convoca a muchos escolares”, señaló el coordinador de la reserva, Pablo Quiroga.
Un sendero con forma de herradura poblado por árboles que hacen sombra, guiará al público por 40 minutos a través de una galería vegetal, en el camino que se encontrarán recintos vidriados y cercados, pensados para hacer más confortable la habitabilidad.
“Decidimos poner paneles de vidrio para que el ruido no afecte a las criaturas y el público las pueda visualizar mejor. El propósito de la reserva es la conservación y, potencialmente, la devolución de los individuos más adaptables a su medio natural. El tráfico ilegal y la falta de cultura ambiental son nuestros principales problemas” expresó Diego Ortíz, el encargado de manejo de fauna de Horco Molle.
Durante el trayecto, el público podrá conocer diversos animales, entre ellos: los monos carayá, capuchino y araña; felinos como el gato del monte, puma, yaguarundí y ocelote; pecarí, corzuelas parda y taruca -cervatillo más robusto de altas montañas-, osos hormiguero y melero, zorro, tortuga acuática y yacaré.
Entre las 250 aves de paso que anidan de acuerdo a la estación del año en el predio, se puede observar el trabajo de conservación de tucanes, charatas, pavas del monte, chiricotes, águila mora, halcones, caranchos, chimangos y diversos tipos de lechuzas: blancas de campanario, vizcachera, rey de los pájaros y alicuco, por nombrar solo algunas de las especies.